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La denominada celiaquía es una enfermedad
autoinmune que puede aparecer a cualquier edad, incluso en adultos sanos. Se caracteriza
porque las propias defensas (anticuerpos) agreden las paredes del intestino,
destruyéndolas e impidiendo que este realice una correcta absorción de los
alimentos.
Los anticuerpos que atacan la pared intestinal
se producen porque se da una reacción inicial del organismo contra la gliadina,
que es una proteína presente en el gluten. El gluten, a su vez, es un compuesto
que se encuentra en cereales como el trigo, la cebada, la avena y el centeno.
La gliadina es atacada por dichos anticuerpos
provocando múltiples reacciones del organismo. Es decir, destruyen la gliadina
y también, al ser similar a alguna proteína presente en ella, a la pared
intestinal. Esta agresión puede ser de leve a grave y puede estar condicionada
genéticamente.
La ingesta de gluten de manera continuada
deteriora las vellosidades intestinales. A consecuencia de ello, se produce una
mala absorción de nutrientes (principios inmediatos, sales minerales y
vitaminas). Todo ello conduce a estados de carencia, responsable de una gran cantidad
de enfermedades.
Algunos de los síntomas más frecuentes de
celiaquía en adultos son:
De acuerdo a cómo se manifiesta esta patología
se clasifica en:
La celiaquía en personas adultas se diagnostica
a través de las indicaciones expresadas por el Protocolo de diagnóstico precoz
de la enfermedad celíaca. Una de sus premisas es que el diagnóstico se realice por un especialista en celiaquía apenas aparecen los síntomas.
En cuanto a las pruebas diagnósticos y
criterios para confirmar o descartar celiaquía en adultos son:
La celiaquía se manifiesta en la piel de una
manera muy específica, que es conocida como “Dermatitis herpetiforme”. Se
presenta con la aparición de pápulas, vesículas agrupadas en ramilletes sobre
una base eccematosa y en algunos casos ampollas. Estas a su vez pueden tener
erosiones, excoriaciones o hiperpigmentación. Producen mucho prurito, son
longitudinales y se extienden en rodillas, codos, glúteos, nuca, cara.
También suele manifestarse con:
Entre algunos de los síntomas característicos
de la celiaquía se encuentra la distención abdominal, con presencia de dolor,
inflamación y dispepsia. Esto es porque en las personas que padecen esta
enfermedad el gluten les produce un exceso de inflamación.
La panza
de celíacos es producto de la hinchazón, que se siente como si el vientre
se inflara o llenara de gas luego de haber comido. Es una de las primeras
señales de que el cuerpo está reaccionando al gluten. Un estudio demostró que
el 87% de las personas que sospechaban algún tipo de sensibilidad al gluten
experimentaron hinchazón al consumirlo.
Las personas celíacas tienen una intolerancia
permanente y total al gluten del trigo, cebada, centeno y avena. Para controlar
la enfermedad se debe hacer una dieta estricta sin gluten a lo largo de toda la
vida. A través de ella, se logra una normalización clínica y funcional, así
como la reparación vellositaria.
Por lo tanto, el celíaco debe tener una dieta
basada en alimentos naturales como legumbres, carnes, pescado, huevos, frutas,
verduras, hortalizas y cereales sin gluten como arroz o maíz. A la vez, deben
evitarse los alimentos ultra procesados, elaborados y envasados, ya que es
difícil garantizar en ellos la ausencia de gluten.
El único tratamiento celiaco eficaz disponible
actualmente es el seguimiento de una dieta estricta sin gluten (DSG) a lo largo
de toda la vida. En lugar del consumo de productos con gluten se debe
reemplazar con los elaborados con harina de maíz o arroz, que son los únicos
cereales sin gluten. Lamentablemente este tipo de productos de calidad extra es
de valor un valor económico mucho más alto que los demás.
La DSG debe ser igual de estricta para todos
los enfermos celíacos, no importa su tipología. Eso implica eliminar al máximo
el riesgo de contaminación cruzada. Siempre se debe tener una zona específica
de la cocina reservada para cocinar sin gluten. Primero se deben preparar los
alimentos sin gluten, cuidar minuciosamente los cubiertos, el horno, la
tostadora y todos los implementos que se utilicen al cocinar.
La DSG debe basarse en alimentos que no
contienen gluten de manera natural, no en productos. Por ejemplo, los cereales
y pseudocereales aptos son: arroz, maíz, quinoa, amaranto, mijo, sorgo, trigo
sarraceno, teff, alforfón. Frutas y
derivados, frutas secas, hortalizas y verduras, tubérculos, ensaladas, huevos,
lácteos, leche y sus derivados, legumbres, carnes, pescados, levaduras, semillas,
algas, postres como gelatinas y preparados para postres y repostería con el
correspondiente etiquetado “sin gluten”. Ningún plato ni preparado se considera
apto, todos ellos deben estar etiquetados con la expresión “sin gluten”.
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